Ya no queda duda alguna de que la propagación del virus SARS-CoV-2 ha supuesto un cambio sin precedentes para todos los países. No es de extrañar, ya que un mundo cada vez más globalizado e interconectado representa el escenario perfecto para que una pandemia se extienda de manera mucho más rápida. A la espera de la disponibilidad de una vacuna eficaz, el diagnóstico de la enfermedad y el control poblacional por parte de los estados soberanos son dos elementos fundamentales a la hora de luchar contra la expansión de la pandemia de la COVID-19.
Para esto, la tecnología ha supuesto una herramienta crucial en el cumplimiento de los objetivos establecidos. Así, hoy en día podemos observar cómo algunos mecanismos que tradicionalmente se utilizaban en el sector industrial, como los sistemas de visión artificial, han sido adquiridos y adaptados a las necesidades de las diferentes instituciones públicas y privadas.
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Teniendo en cuenta los parámetros que ha establecido la Organización Mundial de la Salud, los síntomas más comunes y frecuentes que ponen de manifiesto que algún sujeto está contagiado son:
Si bien algunos de ellos son más difíciles de detectar debido a su subjetividad a la hora del diagnóstico, la fiebre alta (según la OMS se da a partir de los 37,3 grados) sí se puede medir y revelar de manera más objetiva. Es aquí donde las cámaras de visión infrarrojas entran en acción, que son muchísimo más rápidas en medición que los termómetros tradicionales a los que estamos acostumbrados.
Hay que especificar que no es un método de detección del virus. Es decir, si un dispositivo como el que comentamos detecta una temperatura sospechosamente alta en un individuo, esto significa que éste esté infectado. Tampoco hay que olvidar que muchas personas han contraído la CO-VID 19 de manera asintomática y han conseguido “engañar” a este tipo de tecnología.
Sin embargo, hay que reconocer que las cámaras de visión artificial suponen una herramienta muy útil y económica a la hora de realizar una primera gran criba y concretar quién puede presentar síntomas de Coronavirus. Muchas han sido instaladas en lugares que atraen grandes grupos de personas (aeropuertos, hospitales, centros comerciales o campos de fútbol) y han ayudado de manera significativa a detectar posibles casos y a disminuir el riesgo de contagio masivo del virus.
Antes de explicar su actividad, debemos de entender algunos conceptos previos:
Todos los objetos que nos rodean (incluyendo a los seres vivos en este grupo) emiten un espectro característico de radiación electromagnética en función de su temperatura. La longitud de onda es una propiedad característica de las ondas electromagnéticas y la luz capaz de ser percibida por el ojo humano se sitúa en el rango de 400 y 700 nanómetros para un observador promedio. La luz cuya longitud de onda es inferior a 400 nanómetros es denominada luz ultravioleta, y la que supera los 700 nanómetros es la luz infrarroja.
Existen infinidad de dispositivos artificiales que pueden detectar distintos tipos de longitudes de onda fuera del rango detectable por el ojo humano. Así, encontraremos términos tan familiares como rayos gamma, rayos X, rayos ultravioleta, infrarrojo, microondas, radio, etc.
Los más destacados son:
Seguramente te hayas topado con estos dispositivos en la entrada de algún edificio. Hay que colocarse a una distancia determinada (normalmente entre 1,5 y 3 metros) con respecto a ellos y según tu temperatura, podrás acceder al edificio o no. Estas cámaras son detectores de radiación infrarroja. Trabajan de tal manera que, mediante un algoritmo dibujan un mapa de colores tras analizar el espectro térmico de un objeto concreto.
Así, a temperaturas superiores el objeto se mostrará con un color más cálido (rojo, naranja…) y, en cambio, una temperatura inferior se traducirá en un color más frío (violeta, azul…) Se pueden utilizar de manera manual o automatizada y pueden medir la temperatura corporal de hasta 60 personas por minuto.
Se basan en el mismo principio que las cámaras termográficas pero sólo son capaces de leer una superficie más pequeña que la que analizan las otras. Sumado a esto, estos no elaboran un mapa de colores, sino que sólo ofrecen la temperatura de la zona analizada en números y grados. Distintos estándares recomiendan que los termómetros infrarrojos sean utilizados a una distancia de entre 10 y 30 cm de la cabeza del individuo. Sólo funcionan de manera manual y pueden realizar entre 12 y 15 mediciones por minuto.
Para medir la fiabilidad de estos dispositivos, debemos de tener en cuanta factores tan importantes como el sexo, la edad, el ambiente o el movimiento del objeto que se está analizando. Sin embargo, hay que reconocer que un buen algoritmo integrado en el dispositivo garantizará una adecuada precisión, fiabilidad y reproducibilidad en los resultados obtenidos.